Más de 17 mil pies de altura en las que estás con un instructor, un paracaídas, el cielo y tú solo contra el mundo. Todo lo que tuve que pasar para llegar a ese momento fue una verdadera locura.
Tenía años postergando este momento, al menos 10 de que lo había pensado pero nunca lo había hecho realidad. Llevo una año tratando de reconstruirme, poco a poco tratando de encontrar la mejor versión de mi, no ha sido fácil pero probablemente mentalmente es la versión más fuerte que he tenido en toda mi vida, y eso se refleja en todos los sentidos de mi, estoy en el mejor momento de mi vida. En diciembre decidí tomar acción y arreglar todo para aventarme del paracaídas. Normalmente improviso en todo lo que hago pero esto si planee todo, con ayuda obviamente, pero todo fue planeado. Decidí hacerlo en el día de mi cumpleaños para no olvidar jamás este momento que siempre me llevaré en mi corazón.
Soy una persona que sufre todo clase de nervios antes de que pasen las cosas, conforme se acercaba la fecha la presión iba aumentando. Cada día que se acercaba mis nervios aumentaban, es la mayor locura que he hecho en toda mi vida con mucha diferencia de la segunda, y es por mucho, la vez que en mayor riesgo en puesto mi vida. La vez que me aventé del bungee en Acapulco no es ni el 10% de lo que sentí.
Una noche antes no pude dormir, me sudaban las manos más de lo normal, los ratitos que pude dormir soñaba con el momento de aventarme, tenía náuseas, me sentía mareado, todo. La presión estaba dominando a una persona total y absolutamente segura.
Llegó el día, el salto estaba programado a las 12:00 del día, mi única preocupación desde el desconocimiento era que no lloviera y que hiciera un buen día. El día no podía ser más perfecto. Los nervios aunque pareciera mentira iban bajando conforme se acercaba el momento, y mi seguridad crecía, me puse a pensar en todas y cada una de las cosas que he hecho en mis más de 30 años y si por la razón que fuera, algo malo me pasaba, me podía ir con la tranquilidad de haber vivido una vida feliz.
11:30 del día, comenzó el registro, todo en orden, todo ok, estaban alistándose unas personas que iban antes, normalmente se avientan unas 10-12 personas por viaje, todo estaba listo, cuando de repente se escuchó en el micrófono “los saltos quedan suspendidos temporalmente por el aire”. Estaba corriendo aire más de lo normal y era más peligroso de lo que ya era peligroso. Tocaba esperar a que pasara el aire (spoiler) nunca pasó, al contrario, aumentó. Después de dos horas, los organizadores de los saltos te daban dos opciones, reprogramarlo para otro día o irte a Cuautla Morelos, el lugar más cerca para aventarte que quedaba a una hora. No dudé ni un sólo segundo porque quería hacerlo ese día, en mi cumpleaños, era mi momento.
Todos los nervios de días previos desaparecieron, tocaba resolver y tocaba hacerse grande, me fui lo más rápido posible, una hora de camino desértico, sin pensar en nada más que en aventarme.
Llegando a Cuautla, el ambiente, el lugar y todo era perfecto, casi no había viento y las condiciones eran inmejorables, el registro bastante rápido y todo listo. Sólo tenía una petición, aventarme con los lentes del ferxxo, mi cantante favorito de reggaeton. Deseo cumplido. Pasé al área de preparación, conocí a mi instructor, me explicó todo. Todo estaba listo, todo estaba preparado. Los lentes y mi presencia jamás pasan desapercibidos, antes de aventarme me pusieron música del ferxxo sin pedirla, la última canción que escuché antes de subirme a la avioneta fue la de “luna” de Feid, si era la última canción que iba a escuchar, lo pagaba con creces.
Subimos a más de 17 mil pies de altura, toda una aventura, toda una odisea, lo más difícil de subir a esa altura no es subir, es bajar aventándote de un paracaídas. Mientras iba subiendo mis manos comenzaban a sudar más de lo normal, mi cuerpo estaba temblando, mis manos entumidas, mi corazón a mil por hora, pero dentro de todo, lo estaba disfrutando. Antes de aventarme y mientras subía, iba recordando muchos momentos de mi vida en los que genuinamente fui muy feliz. El primer gol que metí en mi vida con el equipo de mi colonia en el que mi mamá estaba llorando de felicidad, la vez que me titulé de la universidad, la vez que me escucharon narrar más de 200 mil personas un partido de fútbol y momentos con personas que formaron parte de mi vida en los que fui muy feliz. Todo pasó por mi mente.
Llegó el momento, la avioneta había alcanzado la altura después de 20 minutos. Éramos mi instructor, yo conectado a él con la puerta de la avioneta abierta a más de 17 mil pies de altura, viendo todo de frente, al vacío. Recuerdo ese momento y se me pone chinita la piel y me sudan las manos. Todo estaba en sus manos, yo dependía de él. Nos aventamos sin dudarlo. No puedo explicar con palabras lo que se siente porque es una sensación de libertad y de adrenalina que nunca en mi vida había sentido, mi corazón iba a explotar, fueron 45 segundos de caída libre en las que mi cuerpo fue llevado al máximo de su límite, fue por mucho la mayor locura que había hecho en mi vida. Se abrió el paracaídas y fueron 5 minutos de tener la mejor vista de mi vida. Seguía temblando, seguía sin creerlo, mis manos, mi cara estaban entumidas, estaba en shock. Después de 5 minutos mis pies tocaron tierra, volví a nacer, estamos vivos.
Lo logré y de verdad volví a nacer. No te puedo decir que soy otro porque sería mentir pero me di cuenta después de superarlo y tomarme dos cervezas de golpe y después de muchas horas de que pasó, que es lo que quiero y que es lo que no quiero en mi vida, pude escuchar el silencio en el cielo, pude ver muchas cosas, y si de algo estoy seguro es que lo más valioso que tenemos en esta vida es el tiempo y la vida misma, y no quiero desperdiciarlo, quiero vivirlo al máximo y disfrutarlo y no solo vivir por vivir como lo había hecho en el último año. No solo no morí en esta locura, sino que aprendí que no hay límites en esta vida y que vale la pena vivir intensamente cada segundo que estemos vivos.